En el día mundial de las abejas, estremecedoras estadísticas nos recuerdan lo mal que vamos, ellas desapareciendo a pasos agigantados por nuestra culpa y sin aparente remedio, al menos de manera inmediata.
Un pequeño animalito del que depende nuestra existencia. Einstein dijo que si las abejas desapareciesen del planeta, al hombre le quedarían cuatro años de vida, porque sin ellas no hay polinización, es decir ni flores, ni fruta ni grano, ni animales ni comida…… Terrible final para nosotros, pero puede que esperanzador para el planeta que la plaga humana esté próxima a su desaparición.
Son trabajadoras hasta la extenuación, sin cuestionarse nada, luchando con la adversidad pecorean hasta cinco kilómetros de distancia para ir en busca de un grano de polen, necesitando visitar más de 4.000.000 de flores para darnos un kilo de rica miel acumulando más de 180.000 kilómetros, y nos quejamos nosotros de la monotonía.
Dicen que en la NASA hay colgado un cartel con unas abejas donde se puede leer que aerodinámicamente por su forma peso y tamaño de sus alas no son APTAS para volar, solo que ellas no lo saben. Gracias a Dios a las abejas no les interesan las leyes de la física ni su lógica, sencillamente vuelan y mucho para dedicarse afanosamente a su trabajo sin arrogarse ningún mérito.
Cuantas curiosidades en su estructura jerárquica de su trabajo, en la organización hexagonal de las celdas, y en todo su mundo. Es milagroso el “Orden mágico” que hay en la naturaleza, cómo las flores son de colores llamativos para hacerse visibles a los insectos, al igual que las frutas lo son para atraer a los pájaros y así cada pequeño gesto y detalle cumple una insustituible misión de la que no somos conscientes. Es verdad que todas las especies evolucionan adaptándose al medio pero parece que solo el hombre lo hace destruyendo más de lo que aporta al planeta.
Como también decía Einstein la estupidez humana no parece tener límites.