Dice mi profesor de Vedanta (Oscar Montero) que hay que tener una vida de marinero y no de náufrago. El primero pone rumbo a un destino, a un puerto, estudia los vientos que le son favorables aprovechando las condiciones atmosféricas , elige la ruta más conveniente, pondera bien la resistencia de su embarcación…. en definitiva, tiene un objetivo y lucha por él con más o menos fortuna, pero lo interesante es el viaje , la travesía, el aprendizaje, la experiencia… El náufrago, por contra, se deja llevar allí donde el mar lo arrastre, vive a merced de la corriente, no gasta ni tiempo ni energía en poner rumbo ni objetivo, es, simplemente un superviviente, y ésta, la supervivencia se convierte en objetivo.
Cuando yo era muy jovencita pensaba, o más bien creía que cada uno era dueño de su destino y que a puro de esfuerzo, uno se labraba su futuro, en definitiva, que cada uno tenía que luchar por aquello en lo que creía porque era la única manera posible de mejorar la vida o de alcanzar sueños y hacerlos realidad. Hoy, muchos años después , tengo días en que pienso todo lo contrario, que nacemos totalmente “determinados” condicionados por el entorno , la familia, el lugar geográfico, el momento, las circunstancias y tantas y tantas variables que no controlamos y pesan tanto en nuestra vida que finalmente pasaremos por todo aquello que ya estaba escrito para nosotros irremediablemente.
Entonces, cuantas preguntas entre estos extremos podría exponer hoy en este pequeño cuaderno de bitácora? Y ciertamente los dos extremos se dan en la vida de cualquiera; la magia está en la maestría para gestionar el poquito “libre albedrio” que todos tenemos. Saber qué cosas dependen de mi esfuerzo, qué cosas no están bajo mi control y por tanto no dependen de mí, y por último y más importante, saber diferenciar lo primero de lo segundo. La mayoría de las veces no se trata de lo que acontece en nuestra vida, sino de la actitud con la que afrontamos todo aquello que no depende de nosotros pero la vida nos tiene reservado, seguramente para aprendizaje, no para que nos enfademos con el mundo. A veces dejarnos naufragar un poco para que salga el marinero que todos llevamos dentro, coger el timón y poner rumbo a puerto con determinación.
Cuanto sentido tiene ahora esa frase de Nelson Mandela, que tras tantos años de cautiverio picando piedra, decía. Soy el amo de mi destino y el capitán de mi alma………..
Poema Invictus
Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el horror de la sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.